1. Separar las claras de huevos y montar a punto de nieve con una pizca de sal (la sal ayuda a que suban rápido y sean consistentes). Piense de sacar los huevos a última hora de la nevera, ya que cuanto más frías sean las claras, más fácil serán de montar.

2. Ir añadiendo poco a poco el resto de ingredientes para las magdalenas, ayudándote de una espátula de silicona o una cuchara de madera con movimientos envolventes, para evitar sacar el aire de las claras. En primer lugar las yemas, luego el azúcar, seguimos con el aceite, la leche, la ralladura del limón (sólo la parte amarilla), el sobre de royal y por último la harina previamente tamizada. Tamizado es opcional (de hecho a la receta original no lo dice), pero creo que siempre las magdalenas quedan más esponjosas y cuesta muy poco.

3. Cuando lo tenga todo bien homogéneo, llena las cápsulas de papel hasta la mitad aproximadamente. Un truco para llenar más fácilmente, es hacerlo con un utensilio para hacer bolas de helado, de aquellos que tienen el mango una palanca y cuando aprietas cae la bola. En primer lugar es más fácil tomar la medida de la cantidad por magdalena que tienes que tirar cada cápsula y en segundo lugar que cuando aprietas cae toda la masa dentro. Al ser una pasta bastante espesa, esto te facilita bastante el trabajo. Pero tranquilos, si no tienen esta herramienta, lo puede hacer con 2 cucharas o con un cucharón. Queda igual de bien. Por último, poner una pizca de azúcar encima de cada magdalena (quedará un trocito crujiente encima).

4. Precalentar el horno a 180-185 ºC y cocer las magdalenas durante unos 12-15 minutos, hasta que estén doraditas. Piense que no pueden abrir el horno durante la cocción, porque os bajarían. Cuando creemos que ya están, pinchar las magdalenas con un cuchillo y si sale limpio es que ya están.